Como en otras ciudades históricas, los mercados han tenido siempre un papel muy importante en Madrid. Hoy nos centraremos en tres de los más representativos, y que se encuentran en el entorno de El Anciano Rey.

El mercado de La Cebada. Se construyó en un terreno que servía para almacenar la cebada destinada a las cuadras del Rey. En el siglo XVIII ya era uno de los mercados más importantes, y en el siglo XIX el arquitecto Mariano Calvo y Pereira diseño un nuevo mercado de hierro y cristal que fue inaugurado por el rey Alfonso XII.

Desgraciadamente el edificio se deterioró de tal forma que tuvo que ser derruido en 1956. Un par de años después se edifico el mercado que vemos hoy, donde destaca un mural sobre los principales monumentos de Madrid del artista madrileño Carlos Rincón en 1962.

Aunque en 2009 se pensó en derribarlo de nuevo, finalmente se transformó en el «Campo de la Cebada», un espacio donde se realizan conciertos, exposiciones etc.

El mercado de San Miguel. Se creó como un mercado al aire libre junto a la iglesia de San Miguel. Cuando José Bonaparte accedió al trono, la iglesia fue derribada, quedando en su lugar una plaza pública que funcionaba como mercado. En el año 1911 se empezó a construir un nuevo edificio que se terminó el 13 de mayo de 1916.

Tras muchas visicitudes, en 2009 el mercado reabrió más como un espacio de restauración que como mercado como tal. Por ello en la actualidad apenas hay puestos de venta, siendo mayoría bares y restaurantes.

Por último nos referiremos al mercado de San Ildefonso, que se levantó en 1835 para solucionar los trastornos que provocaba el mercado al aire libre que allí tenía lugar desde el siglo XVII. De hecho, fue el primer mercado cubierto de Madrid.

El mercado funcionó hasta 1970 cuando se derribó para recuperar la antigua plaza. Así, el nuevo mercado aparece en 2014, inspirado en los mercados callejeros de Londres o Nueva York.

Si ahora quieres conocer de primera mano estos espacios, lo mejor es que primero te pases por El Anciano Rey, donde podrás planificar tu visita delante de un buen vinito o vermouth de barril.