Uno de los platos más queridos por los madrileños es el bocadillo de calamares. Lo que resulta curioso, pues ¿cómo ha llegado este bocadillo de ingrediente marino a una ciudad de interior como Madrid?

Resulta que Madrid siempre ha sido un gran amante del pescado. Tanto es así que, en el siglo XVI, se transportaba el pescado, desde diversas áreas marítimas de España a Madrid, en recipientes de hielo para que llegase en las mejores condiciones posibles. Muchas veces, el resultado no era óptimo y el pescado resultaba no siendo apto para el consumo.

Aun así, grandes cantidades siguieron llegando a la capital convirtiéndose el pescado, y los calamares, en uno de los almuerzos más típicos de los madrileños.

Algunos consideran que esto se debía a las restricciones de la religión católica que no permitía comer carne en determinadas épocas. Otros afirman que la falta de mar y la escasez del producto fue lo que convirtió al pescado en todo un manjar de éxito en Madrid. Una teoría que se apoya con mucha fuerza es la influencia de la cocina andaluza, de ahí la idea de freír los calamares. Además, muchas familias adineradas contaban con cocineras llegadas de las costas de Andalucía o Galicia que fueron introduciendo el pescado en general, y este en concreto, en las mesas de los hogares y, posteriormente, en las casas de comida.

Para la época, el consumo de cualquier tipo de nutrientes era crucial, de ahí que a este plato se le añadiese el pan para llenar un poco más el estómago y aprovechar sus calorías.

Aunque nunca podremos saber con total seguridad el origen de este bocadillo, lo cierto es que lleva mucho tiempo aficionando a todos los comensales en tierras madrileñas. Un plato de un sabor tan único y un olor tan inolvidable que se ha convertido en uno de los favoritos de Madrid.