Seguimos hablando de Navidad en nuestro blog, y la verdad es que la disfrutamos tanto, tanto, que nos encanta deleitarnos con estas temáticas. Hoy te vamos a hablar de 3 iconos de la Navidad que identifican a nuestra capital en estas fechas y que la hacen, sin dudarlo, inolvidable.

El origen de tomar las uvas

Nos parece que se lleva haciendo toda la historia de la humanidad, pero lo cierto es que no.

Tomar uvas a medianoche era desde el principio del siglo XIX una costumbre burguesa en Alemania y, sobre todo, en Francia. En el país vecino las maridaban con champagne al son de las campanadas de medianoche de cualquier día en que se juntaban familiares o amigos. Esta lujosa costumbre pronto caló entre aristócratas y ricos españoles. La prensa recogía estas nuevas tendencias un tanto despóticas.

En 1882, la prohibición de las rondas navideñas con forasteros propició una burla popular en Sol. Allí, se reunieron cientos de vecinos la Nochevieja de 1882 para satirizar las costumbres burguesas y apropiarse de su legado. Pocos años después en toda España se popularizó esta tradición. Una tendencia que forma ya parte de nuestra herencia cultural y que ha calado en diferentes países de habla hispana.

Cuáles eran los lujos foodies en Navidad (modas gastronómicas)

Madrid siempre ha sido una capital muy gastronómica. A lo largo de los tiempos, sus fogones se han ido adaptando a las nuevas tendencias y conservando lo mejor de tiempos anteriores. En el siglo XIX, la prensa recogía recetas navideñas y se paseaba por el Mercado de la Plaza Mayor donde en lugar de pelucas horteras te podías encontrar con pavos vivos o listos para cocinar con relleno, vinos o pescados.

Por supuesto los turrones y los jamones tenían una presencia importante en estas fechas en las que la ciudad se rendía a la gula. Los platos estrella eran el besugo, el pavo relleno, el atún de Laredo, el salmón, los percebes, el jamón de Trévelez o el solomillo. Para el postre polvorones, garrapiñadas, mazapanes y turrones de Jijona no faltaban a la fiesta.

Espumosos y vinos, en función de los reales que se tuvieran en la cartera eran los preferidos para maridar tales manjares. En los hogares más humildes, la lumbre de la hoguera y la comida sobre la mesa eran regados por un Clarete de Valdepeñas. Los aristócratas elegían champagne francés. Para muchos madrileños era la única noche donde podían disfrutar de estos productos destinados a las clases adineradas. Un lujo foodie tan irresistible como los que pueblan nuestras copiosas mesas en Nochebuena.

El rostro de la fortuna: la tan ansiada lotería de Navidad

Doña Manolita – (1879 – 1951)

Esta madrileña ilustre es sin duda uno de los iconos de la Navidad en Madrid. Las colas ante su administración de lotería forman parte del paisaje urbano navideño. Todo comenzó en un pequeño local de la calle San Bernardo en 1904. Las cuatro hermanas De Pablo iniciaban un negocio en el que difícilmente podían imaginar el impacto que tuvo en la ciudad. Manuela pronto comenzó a destacar por su simpatía y un viaje a Lourdes.

Tras aquella visita, la lotera comenzó a dar premios importantes lo cual le llevó a desbancar a Cándido, un refinado personaje cuya baja estatura y sus bigotes le conferían un aspecto de duende de la suerte que le hizo célebre. El negocio ya convertido en Doña Manolita se mudó a la Puerta del Sol y a Gran Vía, desde donde la lotera más famosa siguió repartiendo premios hasta su muerte en 1951. Un símbolo de la fortuna que acompaña a los madrileños cada Navidad.

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