Después de 26 largos años el fastuoso Palacio Real que podemos ver desde nuestro Anciano Rey de los Vinos, y que fue erigido sobre las cenizas del antiguo Real Alcázar, podía ser por fin habitado. Y decimos esto porque lo que era «terminado» no estaba. Ahora quedaba por decidir a quién le iba a tocar estrenarlo y este no fue otro que Carlos III, hijo del impulsor del proyecto, el rey Felipe V.

La verdad es que por muy ilustrado y racional que fuera Carlos III, no creemos que fuese plato de gusto pasar allí la primera noche. Eran muchas las historias que rondaban aquellos muros. Desde los lamentos de los antiguos defensores musulmanes de aquel enclave que buscaban vengarse de las malas artes usadas para vencerles, hasta la influencia maligna del arquitecto Filippo de Juvara, de quien se dice que fue ejecutado por orden del Rey a fin de que nunca pudiese construir un Palacio similar. Por eso, durante la construcción, el espíritu de Juvara envió a todo tipo de criaturas del averno a molestar e incluso asesinar a varios obreros. Eso sin contar los objetos que se desplazaban o volaban por las estancias del Palacio.

La cosa debía ser sería cuando hasta uno de los responsables de las obras declaró -nada menos que ante la Santa Inquisición- que un fantasma había empujado a un obrero por unas escaleras provocándole la muerte. Incluso el rey Felipe V ordenó realizar un exorcismo ante tanta anómala actividad que allí se producía.

Pero como nobleza obliga, el rey Carlos III, haciendo de tripas corazón, cogió el petate o lo que se llevara en aquella época y allí se presentó, dispuesto a inaugurar la nueva residencia Real sin que hubiera fantasma, bruja o duende que fuera capaz de echarle para atrás.

De lo que pasó aquella noche no sabemos nada, pero podemos suponer que no dormiría mucho. Carlos III nunca comentó nada sobre el asunto. Tampoco nos extrañaría que, ante el insomnio hubiera optado por pasarse por una de las muchas tabernas que como El Anciano Rey, se encontraban por los alrededores.

Pero lo que sí que se sabe es que mandó acelerar las obras del Palacio para que estuviese terminado lo antes posible. Sus razones tendría claro, pero siempre podemos especular un poquito y pensar que lo hizo porque, con la construcción acabada, los entes malignos dejarían de molestar a los habitantes del Palacio.