Otro de los platos típicamente españoles, y un clásico en cualquier taberna, son las patatas bravas. Se trata de patatas acompañadas de una salsa picante llamada salsa brava. El nombre, evidentemente, alude a la potencia del picante de la salsa.

Para cocinarlas, las patatas se cortan en dados irregulares, y luego pueden freírse, cocerse en agua, o aceite, o a veces prepararse al horno. En España lo más normal es tomarlas como tapa para acompañar una cerveza, un vino o un vermouth. Como curiosidad, la ONU incluyó las patatas bravas como «plato típicamente español» en un recopilatorio de recetas publicado hace algunos años.

Sobre el origen de este plato tan popular no se sabe mucho. La única referencia escrita que tenemos es la de Ángel Muro, que a finales del siglo XIX en su libro «El practicón» indica: «…cualquier salsa, cualquier aliño, conocidos o por conocer, convienen a las patatas, […] incluso con sebo y con azafrán, que es como las gastan los pobres de Madrid».

Pero, en realidad, las patatas bravas empiezan a difundirse rápidamente después de la guerra civil española, allá por mediados del siglo pasado, posiblemente porque se trataba de un producto bastante barato para esos años de penurias económicas.

Pero dicho esto hay que centrarse en el aspecto verdaderamente importante de este plato: la salsa brava. En Madrid pueden encontrarse distintas formas de prepararlas, desde un sofrito de tomate con cayena, hasta la de cebolla, pimentón picante, harina y caldo. Sin embargo, también varía mucho según las distintas regiones de España. Por ejemplo, en Cataluña se suele incluir también una salsa elaborada a base de aceite y ajo llamada alioli. Lo cierto es que no hay ningún estándar para hacerlos pero todas tienen algo en común: han ser caseras y representar de algún modo el sitio donde se preparan.

Y si, las patatas bravas que hacemos en El Anciano Rey son totalmente caseras. No tienes más que venir para comprobarlo.