El Anciano Rey de los Vinos, fundada en 1909, es una de la tabernas más antiguas de la Villa y Corte que siguen a pleno funcionamiento. Pero la historia de estos establecimientos es larga y arranca en el siglo XI, con el avance de los reinos cristianos y la ocupación del territorio donde hoy se alza Madrid.

Las primeras tabernas se establecen en el distrito de Latina, concretamente en la calle de Las Tabernillas. Con el trascurso del tiempo y, sobre todo, con la proclamación de Madrid como capital del imperio y a fin de abastecer a las numerosas diligencias que por allí pasaban, las tabernas proliferan por la zona, principalmente por las calles de Tudescos y Toledo.
Para el año 1.600 ya existían 400 de estos establecimientos en Madrid, y se habían convertido en el epicentro de las relaciones sociales de la capital. No son de extrañar, por tanto, los versos que en aquella época se hicieron muy populares:

«Es Madrid ciudad bravía,
que entre antiguas y modernas,
tiene 300 tabernas
y una sola librería».

Lo cierto es que debió ser un espectáculo para cualquier visitante, dado que las tabernas tenían sus puertas teñidas de rojo, como símbolo del vino que se vendía en ellas.
Un aspecto muy curioso de esta historia es el nacimiento de las famosas «tapas» que se sirven con la bebida, tal y como aún se hace hoy en el Anciano Rey de los Vinos con sus célebres «galletitas». Existen varias teorías, pero haremos referencia a una que, por curiosa, merece la pena conocer. Se dice que en el siglo XII, reinando Alfonso X el Sabio, éste estaba aquejado de alguna dolencia para la cual sus médicos le recomendaron tomar sorbos de vino entre horas. Y él lo hacía, pero procurando siempre tomar alguna pequeña cantidad de comida. Como los resultados de este tratamiento fueron los esperados, el propio Rey ordenó a todas la tabernas de Castilla servir algún refrigerio con el vino a fin de «tapar» los efectos indeseados del licor de Baco.

A principios del siglo XX ya se cuentan en Madrid casi 2.000 tabernas (censo que ya incluye al Anciano Rey de los Vinos), y la diversa procedencia de sus propietarios -que vienen de todas las regiones de España- convierte de paso a la ciudad en un centro gastronómico de referencia, donde lo mismo se podía degustar una buena fabada asturiana, que un pote gallego o una auténtica paella valenciana.

Pero nada es para siempre y, poco a poco, las tabernas van despareciendo en favor de modernos bares y restaurantes. Sin embargo, no todo está perdido y aún puede el lector trasladarse en el tiempo y saborear el ambiente de aquellas tradicionales y añejas tabernas. ¿Dónde? Pues en El Anciano Rey de los Vinos, ¡cómo no!