En la antigua Grecia y Roma ya existían los embutidos. Hay obras literarias que así lo indican. Por ejemplo, en una comedia de Aristófanes -un famoso comediógrafo griego-, el personaje principal aparecía con una vasija repleta de chorizos.

En el siglo XII, en el calendario románico de San Isidoro, el mes de noviembre aparece como el mes de la matanza, ilustrado con la figura de un hombre sujetando a un cerdo para realizarla.

El chorizo adquiere su característico color rojo en España a lo largo del siglo XVI, fecha en la que comienza a elaborarse con pimentón, tal y como lo conocemos hoy.

Hay una curiosa anécdota del rey Carlos IV que nos cuenta que estando de cacería se encontró con un choricero del lugar y este le ofreció un chorizo que portaba en sus alforjas. Al monarca le gustó tanto que le nombró proveedor oficial de la Casa Real. El hecho quedó retratado en un tapiz llamado “El choricero José Rico de Candelario” de Bayeu, cuñado de Goya.

En España, para que un chorizo sea considerado como tal, debe llevar necesariamente ajo y pimentón, ya que es lo que diferencia a nuestro chorizo del de otros lugares y del resto de embutidos. Su base principal es la carne picada de cerdo adobada con especias, como el pimentón, que le confiere su típico color rojo. Puede curarse al aire libre, pero también se prepara ahumado.

El chorizo es una parte importante de la gastronomía española y es un ingrediente indispensable en gran variedad de platos tradicionales de nuestra cultura.